Elecciones y publicidad

Dentro de poco, el 8 de noviembre, habrá Elecciones Legislativas generales aquí en Estados Unidos. Es algo un poco confuso de entender, porque son elecciones a varios niveles, y se votan varios cargos con el objetivo de formar el Congreso.

  • A nivel federal, se votan los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes.
  • A nivel estatal, se votan los Governadores del Estado, los Fiscales del Distrito, los Legisladores del Estado, los Tesoreros del Estado y los Secretarios de Estado.
  • En algunos condados, municipios, se hacen también elecciones del ayuntamiento local, de juzgados o incluso de juntas de distrito.
  • Aparte, hay una serie de elecciones especiales por estado y, como no es exactamente la misma legislación, no en todos se votan los mismos cargos.

La verdad es que no acabo de entender muy bien aún cómo funcionan las elecciones aquí, me parecen un poco caóticas. Uno de los motivos es que no puedo votar (no soy ciudadana, es evidente), y eso ha hecho que no le haya prestado demasiado interés. Si algún día acabamos solicitando la ciudadanía de los Estados Unidos, supongo que me pondré más seriamente a investigar el sistema… Sí sé, por ejemplo, que una de las agencias autorizadas para registrarme como votante es el Departamente de Tráfico (DMV), porque cuando me saqué el carnet me dijeron que si quería registrame. También sé que se puede votar por adelantado desde este sábado, cuando la gente probablemente esté ya celebrando Halloween… Y sé esto, principalmente, por la publicidad de los candidatos, que me parece de lo más curiosa.

Aquí tradicionalmente se hace publicidad mediante carteles, pero diferentes a los que he visto en España. Están hechos con tela o con una cartulina más o menos gruesa, y pegados a una estructura de alambre fino. Estos alambres normalmente se clavan en la tierra o en el cesped, cerca de las aceras o de las carreteras, para que los vea la gente que pasa. En alguna ocasión los he visto atados a vallas metálicas o sujetos a alcantarillas. Se encuentran no solamente en ciudades, si no también en urbanizaciones y carreteras secundarias… porque recordemos que la gente anda poco y tienen que ver esto desde el coche. En estos carteles se promociona de todo, desde comercios y servicios, hasta declaraciones políticas o personales.

El cartel superior es de la universidad MIT en Boston, promocionando el uso de la mascarilla entre los estudiantes, y el inferior, es publicidad de una empresa de reformas en Yorktown Heights, NY

Pero es muy normal que proliferen los de los candidatos cuando hay elecciones cerca, principalmente porque está legislado que estén limitados en el tiempo y, muchas veces, por zonas. También hay promociones en otros medios, por supuesto, como internet, televisión, en el transporte público… Pero se sigue confiando en los carteles, como otra forma más de publicidad. Y por supuesto, lo más importante es poner un nombre bien grande, que le pueda sonar a la gente, y se suele usar mucho los colores azul, rojo y blanco.

Varios carteles con diferentes candidatos a puestos varios (congreso, ejecutivos, junta de distrito y jueces) en diferentes pueblos de NY

Me encanta la diferencia con España o con otros sitios europeos que he visitado, donde los carteles se suelen poner en muros o zonas públicas. Aquí, está claro que eso no funciona, sospecho que no solamente es porque la gente no ande tanto, si no también por la ausencia de paredes. Muchos de los pueblos de NY se organizan en casas individuales con un jardín delantero privado, y las plazas y los espacios públicos grandes que no sean parques, son escasos fuera de las grandes ciudades. Hay mucho espacio, sí… ¡pero está lleno de árboles! Así que tener algo que se pueda clavar en la tierra, (y a veces en las alcantarillas) es la mejor opción.

¡No quiero imaginarme poner estos carteles en Madrid, con todo el asfalto! 😱

De política y chocolate

Está claro que vivimos en una época muy convulsa en todo el mundo. No hablamos del Coronavirus únicamente, si no también de la situación política e incluso de lo extraño del tiempo, que ha hecho que nevara en España como no lo había hecho en 50 años, empequeñeciendo nuestra primera gran nevada de aquí.

Pero la política está siendo la gran protagonista de los últimos días, desde que el pasado 6 de enero un grupo de personas asaltara el interior del Capitolio para intentar parar el conteo de los votos para ratificar a Joe Biden como presidente electo. En cuanto nos enteramos, pusimos las noticias y seguimos lo que estaba pasando, alucinando. La verdad es que, sin entrar en consideraciones partidistas, me pareció que lo que estaba pasando era tremendamente diferente a si eso mismo hubiese ocurrido en Europa. Me sorprendían los comentaristas de las noticias y los congresistas, me sorprendían los asaltantes y me sorprendían las fuerzas del orden. Veo que hay cosas que cosas que a mí me parecen normales o fuera de lo normal, que a ellos, simplemente, no se lo parecen.

Me doy cuenta que, cuanto más tiempo llevo viviendo aquí, menos legitimada me siento para juzgar este país y a su gente. Puedo ver que tenemos mentalidades distintas, que nuestro bagaje cultural, social, político y religioso no tienen nada que ver y, por eso, es muy difícil comparar. Estoy adaptándome, así que espero poco a poco ir comprendiendo toda esta nueva cultura. Y lo veo porque estoy siendo más prudente a la hora de usar palabras como «normal» o «raro», o expresiones como «eso lo sabe todo el mundo».


Y mientras tanto, la vida sigue, y aquí en NY ya se puede ver cómo tiendas y supermercados se preparan para la siguiente celebración del año: San Valentín. Si en España esta fiesta ya me parecía comercial, aquí es algo que sólo definiré diciendo: chocolates de mil y una marcas, con cajas rosas especialmente diseñadas, hasta donde alcanza la vista. Qué bien se lo montan las marcas aquí: en Halloween, chocolatinas en forma de calabazas y packaging naranja; en Navidad, chocolatinas en forma de muñecos de nieve y packaging verde y rojo; en San Valentín, chocolatinas en forma de corazones y packaging rosa… ¡Espero que el 4 de julio haya chocolatinas en forma de fuegos artificiales!

Chocolates en el supermercado. Un fragmento de uno de los cinco pasillos dedicados al Valentine’s Day.

Aparte de la locura del chocolate, por supuesto, hay docenas de tarjetas, peluches, complementos y cualquier cosa que se os ocurra tuneada con corazones para la ocasión. ¿Calcetines? ¿Gomas de borrar de unicornios? ¿Sartenes con forma de corazón? ¿Laca de uñas rosa? ¿Dinosaurios comestibles de gelatina? ¿Galletas para perros? .

Para mí lo más raro, es el hecho de que metan a los niños en la celebración, que la conviertan en algo familiar. No sé exactamente cómo celebran aquí San Valentín, pero he leído que es una celebración tanto del amor como de la amistad. He visto que se anima a los niños a que se hagan su propio buzón para tarjetas, que hacen manualidades y también he visto que se pueden hacer regalitos como lápices o pegatinas… Es tremendo.

Por supuesto, Salva y yo nos compramos nuestras cajas de chocolates de Darth Vader, cada uno la nuestra.