Pese a que aquí la situación es muy similar a la de España, la COVID19 nos genera problemas inesperados. El primero de ellos, que es quizás uno de los más relevantes, es que hace complicada la socialización. La gente sale menos y tiene menos ganas de hacerlo. Además, las mascarillas muchas veces hacen que sea difícil entenderse, y más cuando aún no tengo el oído hecho al acento neoyorkino ni tengo cogida la pronunciación.
Hace unos días en el supermercado, un hombre me preguntó algo en la cola para pagar y yo fui incapaz de entenderle. Me lo volvió a repetir y sólo puede farfullar impotentemente un «I’m really sorry, I can’t understand you». El hombre, que se le notaba algo desesperado, se apartó la mascarilla para poder hablar mejor. Y entonces vi que apenas tenía dientes y me sentí realmente mal, porque seguía sin entenderle y no era su culpa. Al final, una mujer que estaba detrás mío le respondió y él se fue. No entendí a ninguno y me sentí completamente boba…
El otro gran problema que nos está causando el virus, es un problema con algunos suministros. Mientras que las cosas básicas como los alimentos, están garantizadas, en otras como los muebles o la electrónica, hay una escasez evidente. Y todo parece ser un problema de transporte, porque si el producto está en stock, lo tienes en el momento. Pero si no está, tardan semanas en reponerlo. Por esto, el sábado pasado fuimos a mirar sofás, y en la primera tienda que entramos nos dijeron que tardarían 20 semanas en llevárnoslo. ¿¿Cómo?? Esto nos pareció una exageración, y salimos de la tienda.
Nos pasamos el sábado visitando varias tiendas de muebles más y, sin ser tan exagerados, sí que en la mayor parte de ellas nos entregaban los muebles en unas 6 semanas. Finalmente, encontramos una con un sofá que nos gustó mucho y que «sólo» tardarían 4 semanas. Como nos quedaba aún una tienda por ver, que además estaba justo en frente, le dijimos a la vendedora que volveríamos en un rato. Fuimos a la otra tienda, revisamos los sofás, y vimos que realmente nos gustaba más el anterior. Así que volvimos y localizamos de nuevo a nuestra vendedora. Revisó los datos, y nos avisó que ahora el sofá llegaría a principios de diciembre. ¿Cómo es posible? ¡Ha pasado media hora y ha cambiado a 6 semanas! Resultaba que era una cadena de tiendas muy grande y el inventario era general para todas, así que en ese tiempo se había agotado el inventario para esas fechas…
Por supuesto, lo encargamos. ¡A saber cuántos retrasos más podría haber! Y ahora ya sólo nos queda esperar… pero no sentados.