Hace un calor espantoso en NY: estas últimas semanas las temperaturas rondan los 32-35 grados de máximas, con mínimas de entre 20 y 22. Sí, parece que me quejo de vicio, y sé que no es tanto como en España. Pero es que con la humedad relativa que tenemos aquí, que durante el día está entre el 70% y 80%, la sensación térmica es de al menos 5 grados más de lo que marca el termómetro, y puede llegar hasta los 42 o 45 grados sin pestañear. Con esto, los neoyorquinos acuden en masa a sitios fresquitos donde tomarse un respiro. Fuentes, piscinas, e instalaciones especiales para mojarse un poco. También centros comerciales, comercios y supermercados, con el aire acondicionado a tope y en los que te acabas muriendo de frío. Pero lo que sea para huír del sol, que pica mucho.

¿Y qué pasa con las playas? Bueno, pues este año las playas están teniendo… bastantes problemas. Resulta que desde que se abrieron el pasado 31 de mayo, se han registrado muchos más avistamientos de tiburones de lo normal, e incluso ha habido varios ataques leves. Tanto es así, que en plena ola de calor, la gobernadora Kathy Hochul decidió cerrar temporalmente las playas de Long Island, consternando a cientos de acalorados ciudadanos (se puede leer la noticia aquí). Curiosamente, no es el único estado donde se han visto tiburones, ya que en las costas de Connecticut, Rhode Island y Massachussets también hay muchos más de lo esperado. Se dice que las altas temperaturas del agua los atraen a la costa, al igual que a los delfines, ballenas y otros animales marinos.

Hace unas semanas estuvimos en una playa en Provincetown, en Massachussets, y se podía notar que había miedo a meterse demasiado dentro del agua. Por la mañana se habían visto tiburones y la gente no se sentía segura. Pero el mar estaba lleno de vida: gaviotas, charranes, cormoranes buceando a nuestro lado… A lo lejos, de vez en cuando, se podía ver el chorro de la respiración de alguna ballena. Y un poco antes de ir a la playa, habíamos visto dos focas grises en el puerto, para nuestra alegría. Así que nos metimos hasta la cintura en un agua absolutamente helada, y nos volvimos a la orilla con relativa rapidez mientras nos daba la risa floja. Al día siguiente, leí en una noticia que en esa misma playa habían visto una carabela portuguesa… También estuvimos de pasada en la costa de Newport, en Rhode Island, y pudimos ver como la gente estaba en la playa sólo tomando el sol y disfrutando de paseos por la orilla. Y las rocas llenas de cormoranes y correlimos.

Es curioso como en este país estamos tan en contacto con la vida salvaje, siempre me maravillo de ello. Y pese a que este calor horrible sea consecuencia del calentamiento global, me alegra ver que al menos hay tantos animales que lo sobrellevan. Y si el no bañarnos en las playas les deja su espacio, pues tampoco pasa nada, ¡que siempre nos quedan las piscinas!