Las carreteras en la zona donde vivimos son, al mismo tiempo, encantadoras y peligrosas.
Parece mentira que estando relativamente cerca de New York City , en nuestra ciudad y los alredores haya tanto bosque. Muchas de las casas tienen jardines cuidados que, por detrás, dan directamente al mismo bosque. Y no es un bosque que yo haya visto en España. Son zonas grandes, casi sin tocar por el hombre, con árboles altos y salvajes, lagos cristalinos y todo lleno de animales. Es precioso. Mientras conduces puedes atisbar ciervos y pequeños rincones encantadores. En otoño, cuando llegamos, los colores de las hojas eran tan bonitos y vibrantes que parecía que alguien los había pintado y colocado ahí. Ahora en invierno, los árboles están pelados, pero sigue siendo bonito, y es más fácil ver los lagos y las casitas ocultas entre la vegetación. Y cuando nieva, todo parece un cuento.



Todo esto, tan bucólico, tiene una cara oscura. Las carreteras pueden llegar a ser peligrosas de conducir. No es sólo lo mal que conducen aquí (algo que daría y dará para varias entradas), si no que las condiciones no siempre son las mejores. El viento, que es bastante fuerte, puede hacer que se caigan ramas. La lluvia, que puede llegar a ser torrencial, también hace que se caigan ramas y dificulta el agarre. Por suerte, estamos lejos de la costa, porque allí suele haber inundaciones leves. El río Hudson, que sí está muy cerca, hace que se formen unos bancos de niebla muy espesos en los que no se ve nada. El frío provoca heladas, a parte de nieve y hielo. Todo esto afecta al asfalto, por supuesto. Y luego también hay que tener en cuenta que las carreteras, especialmente las comarcales, están muy escasamente iluminadas. Apenas hay farolas y, muchas de ellas, tililan y fallan. Sí, como en una peli de terror.
¿Parece ya lo suficientemente peligroso? Pues aún no he hablado que pueden salir animales. Y no es algo infrecuente, por desgracia.
El día de Año Nuevo, de madrugada, vimos nuestro primer ciervo cruzando la carretera delante nuestro. Por suerte, no había apenas tráfico e íbamos bastante lentos. El animal, que a mí me pareció gigantesco (Salva sigue diciendo que era un ciervo normal, pero para mí era como una montaña), trotó con rapidez de derecha a izquierda y se nos quedó mirando desde el jardín de una casa. Minutos más tarde, pude ver los cuartos traseros de otro en el carril contrario.
Como os podéis imaginar, conducir aquí puede inspirar respeto, sobre todo de noche. Pero con cuidado, cabeza y un buen coche, nos vamos apañando. Y, por el momento, yo sigo viendo la parte bonita.
PD. Sólo diré que por esta zona, se supone que hay coyotes, linces y osos. Y si tengo que elegir, que me salga un ciervo casi parece mejor…