Hace poco empecé a ver que volvía a haber excasez de algunos productos básicos. Empezó con algunos productos lácteos, y luego comenzó a verse poco papel higiénico de nuevo, como pasó al principio de la pandemia. Así que busqué información sobre ello, y vi que efectivamente había problemas de suministros en varias partes de Estados Unidos. Los artículos que leí, señalaban como causa principal la escasez de trabajadores (de la que probablemente hable en otra entrada), que afecta tanto a la cadena de suministros como a la distribución. Y también nombraban qué era lo que más faltaba: papel higiénico, nata, latas de conservas y de bebidas, y… ¿Lunchables?. ¿Qué son los Lunchables? Los artículos hablaban de padres preocupados que no podían encontrárlos por ninguna parte…
Así descubrí que Lunchables es una marca que comercializa comida en cajitas de plástico, preparadas para que los niños se lleven al cole. Hay varias marcas más de este tipo, creadas con la idea de ahorrar tiempo y dinero del comedor a los padres, que pueden mandar a su hijo con eso en la mochila para comer. El problema, es el contenido de esa cajita. Las hay de varios tipos, pero normalmente son crackers de pan, un par de rodajas de queso, otro par de fiambre, una barrita de chocolate y a veces hasta una bebida. Estas cajitas han sido ampliamente criticada por contener grandes cantidades de sodio y grasas en una sola ración, y por tener un muy bajo contenido nutricional. Desde finales de los años 90 se llevan denunciando, y algunas marcas han sustituído y mejorado sus packs para hacerlos más sanos. Pero aún así… ¿los padres están en serio deseosos de dar esto de comer a sus hijos?

Todo esto me llevó a reflexionar un poco sobre varias cosas que ya había visto con la relación de los americanos con la comida. Por supuesto, no se puede generalizar, pero se ven patrones que parecen comunes, así que voy a intentar aportar también algunos datos. Y el caso es que me gustaría hablar de algo que para mí es claro: a los americanos les encantan los snacks. Entendemos como snacks raciones pequeñas de comida que se pueden transportar fácilmente, para que partamos de la misma base, es decir, patatas fritas, chocolatinas, palomitas, frutos secos, galletas, barritas, etc.
Una empresa americana, Go Raw, hizo el pasado junio una encuesta a 2000 americanos sobre sus hábitos alimenticios. Descubrieron que 7 de cada 10 llevaban siempre encima algún tipo de snack, y que el 51% de ellos sustituía una comida real por snacks al menos 3 veces a la semana. Los snacks son convenientes, pero me da la sensación que mucha gente los usa demasiado, y se me hace raro pensar en sustituír una comida sólo por ellos… Y sí que es verdad que quí hay mucha gente que come cada poco tiempo, parece algo muy normal. Recuerdo que una vez fuimos a un museo al aire libre con unos amigos de aquí, y me sorprendió que para una visita de dos o tres horas, llevaran barritas energéticas, pistachos y manzanas.
Hay que decir también que muchos americanos no están acostumbrados a cocinar ni a las comidas caseras más allá de las festividades familiares. Empezando con el colegio, los amigos que tienen hijos aquí nos comentan que los menús de los comedores son poco variados y, aunque incluyen opciones vegetarianas, los platos suelen ser pizza, pasta, hamburguesa y tacos. (Podéis ver aquí varios menús de las escuelas públicas de NY). Así conocimos el otro día a un par de chavales de 12 años que únicamente les gustaba la pizza de queso, los tenders de pollo y, a uno, el sushi… Y aunque existen clases de cocina en el colegio, los hijos de nuestros amigos cuentan que en ellas les enseñan a usar el microondas para hacer palomitas y cosas así.
Si sumamos todo esto a una cultura donde se trabaja muchísimo y no hay tiempo de sobra, el resultado es que hay mucha gente que no suelen cocinar en el día a día de forma habitual. Aunque hay muchos que les gusta cocinar, lo normal es hacerlo el fin de semana cuando hay tiempo (el ejemplo perfecto son las barbacoas). Pero tampoco es normal salir a comer a restaurantes a diario, porque es algo muy caro. Hay dos soluciones alternativas a esto: la comida preparada, que venden en supermercados, tiendas de conveniencia y hasta gasolineras, y la comida congelada. Y la comida rápida, por supuesto. Estos tipos de comida no son malos de por sí, pero muchas de ella tiene altos contenidos en sodio y grasas trans, con lo que no siempre son realmente sanas. Se puede leer sobre el sodio en la web de la CDC. Pero es verdad que esta comida (sobre todo la congelada y la rápida) es mucho más barata, con lo que, irónicamente, se puede encontrar a mucha gente que no se puede permitir comida fresca o más sana. O que no saben ni por donde empezar. Así, encontramos que existe una relación entre obesidad y pobreza, algo que me sorprendió muchísimo cuando llegué aquí.
Con la pandemia, la gente empezó a cocinar mucho más en casa, eso sí, lo que ayudó un poco a crear ese hábito y a intentar ser más sanos. Aunque lo que más se comprara fueran conservas y congelados, porque eran productos que duraban más en tiempos de escasez, también se cocinó y se notó el interés en la nutrición. Además, en las redes sociales volaban las recetas y los trucos, todo el mundo compraba freidoras de aire y se disparó la venta de robots de cocina como las Instant Pots. Y se pudo aprovechar la oferta de productos alimentarios que hay, que es enorme por suerte.
Pero con la pandemia, también se disparó el consumo de snacks. Principalmente porque son sencillos y calmaban la ansiedad de los confinamientos. Se dice que ahora se está tendiendo a buscar snacks más sanos, como en este artículo de Forbes, pero también es cierto que han subido las ventas en general, como se ve en este artículo de CNBC.

Lo que parece que está claro es que, pese a todo, no nos van a faltar los snacks.