Los días son ahora muchos más cortos. Con el cambio de hora, empieza a anochecer sobre las 4 de la tarde, y ya empieza a notarse el frío, sobre todo por las noches. Atrás queda ya Halloween (que por cierto, me he dado cuenta que he empezado a pronunciarlo Hal-o-WIIN), pero ya casi estamos en Acción de Gracias y luego enseguida Navidad. Aún nos queda hasta llegar a las temperaturas más frías, pero ya hay que sacar los abrigos y poner algunos días la calefacción. Y con el frío, empieza el fenómeno que, para mí, es lo que verdaderamente define el invierno aquí: los calambres.
No es algo que la gente suela comentar cuando habla del invierno en Nueva York, pero es innegable. La calefacción y los calentadores, secan el ambiente, y esto combinado con el frío exterior hace que haya muchísima carga de electricidad estática. ¿Y esto que supone? Pegarse calambrazos terribles todo el tiempo. Pomos de puertas, interruptores de la luz, manijas de coches, estanterías del supermercado, darle la mano a alguien para saludarle… ¡A veces las chispas son tan grandes que las puedes ver! Para mí, ¡fue una impresión! Por cierto, en inglés se llaman electric shocks. ¡Muy apropiado!
¿Qué más afecta a que haya más calambres? Las prendas de lana (ahora, que es cuando se usan), las secadoras de ropa (hay que usar toallitas especiales) y, sobre todo, las moquetas. Odiosas moquetas. En casa tenemos moqueta en las habitaciones, algo que es por desgracia muy común aquí, y es nuestra perdición. Tenemos que descargarnos en objetos metálicos cada cierto tiempo, porque los calambres pueden ser tremendos. Más de una y más de dos veces, me he levantado a por algo y al volver me ha pegado un calambrazo el teclado del ordenador. Calambrazo y susto, que encima te dejan frita y perjurando. 😭

Este año todavía no ha empezado fuerte, pero vamos a ver si nos compramos un humidificador para controlar la humedad del ambiente y así intentar mantener a raya el horror de los calambres. ¡Esperemos que funcione! 🤞